L O S W A L E S E
Autora: Rosa Lamonaca
Traductor: Julián Azcona
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ALTO ZAIRE
Nota bene: Los subrayados, negrita, palabras y frases en cursiva son obra del traductor para facilitar la comprensión o la lectura.
DATOS HISTÓRICOS
Si intentamos escrutar juntos, a través de la historia, en tiempos ya remotos... encontraremos a los Walese, una de las ramas de la raza Sudanesa. Originarios de los lindes del desierto, su peregrinación fue larga. Empujados por el avance del Sahara iniciaron su emigración hacia el Sur intentando establecerse en primer lugar en lo que hoy es Uganda. Los enfrentamientos con otras tribus allí asentadas de antemano les obligaron a continuar hacia el Oeste, más allá de los grandes lagos, en el actual Congo. Acampan en un ángulo de la selva ecuatorial, donde surge actualmente la ciudad de Beni, en búsqueda de paz. Aquí la vida transcurre simplemente, sin excesivos problemas, en un clima de serenidad. Al atardecer, junto al fuego, los hombres comentan los acontecimientos de la jornada, cenando con los amigos y vecinos fraternalmente.
¡Lo bueno y lo hermoso no duran siempre!... Alguien, tal vez enfadado, olvida de invitar a los vecinos a degustar las viandas suculentas, tan bien preparadas por las mujeres. La amistad disminuye y desaparece el sentimiento de fraternidad. Se separan... y parten hacia lugares desconocidos, en distintas direcciones, asumiendo cada grupo un nuevo nombre, el del jefe de expedición. Nacen así los Walese-Karo, Walese-Dese, W-Manvu, W-Avokutu, W-Atombi, W-Mambula... (estos últimos están desapareciendo).
En Nduye se encuentran los Walese-Karo. Llegaron aquí después de no pocas peripecias, recorriendo una especie de vía crucis. ¡Sigámosles!
No bien acaban de abandonar Beni y he aquí un primer obstáculo, el peligro número uno: ¡Los Arabes! Han venido de lejos, más allá de las montañas del Graben, en busca de esclavos. ¡Sálvese quien pueda! Los nuestros buscan la salvación en las piernas. La selva, piadosamente, les acoge con sus sombras y su espesura. El camino es duro y fatigoso. "Paremos aquí" dijeron finalmente. Y acamparon en los alrededores de la actual Isiro. Los Azande les dan la bienvenida, pero nuestros Walese no se entienden bien con ellos... Parten para evitar la opresión de esta tribu guerrera.
Helos de nuevo en marcha. Intentan ahora habitar en un trozo de la sabana, donde se ha construido actualmente el campamento militar de Gombari. Esperan encontrar aquí estabilidad y paz. Pero, a pesar de sus esfuerzos, no consiguen congraciarse con los Mangbetu... y son expulsados.
¿A dónde dirigirse? ¿No encontrarán en este vasto mundo un rinconcito de tierra donde vivir en paz? Errantes y cansados se refugian en la montaña Menda, a mitad de camino entre Gombari y Nduye. Pero también ésta está habitada y los amos del lugar son los Pigmeos. Desconfiados se preguntan si dar o no hospitalidad a los nuevos inquilinos. Pero la razón es del más fuerte y así los Walese consiguen acampar.
Poco a poco la vida de cada día adquiere su ritmo normal. Los Pigmeos van de caza y los Walese cultivan los campos. No falta de nada. Son felices y concluyen entre ellos un pacto: el pacto de sangre. Los jefes de ambas tribus, con una hoja de flecha, se inciden el brazo y cada uno chupa la sangre del otro. Ahora son amigos para siempre. Nada puede separarlos... Pero sobre la tierra nada es definitivo, todo es voluble como voluble es el hombre que la gobierna. Así pues, un día, un mulese jugando, da muerte a un viejo pigmeo. ¡Qué complicación! ¿Qué pasará ahora? Los Pigmeos callan fingiendo recordar el gran pacto y soportan la desgracia en silencio. Pero por la noche, con astucia, roban a los Walese las lanzas, las flechas, los machetes... y atacándolos por sorpresa hacen con ellos una hecatombe. Los supervivientes para salvarse se fingen pigmeos y huyen del terreno protegidos por las sombras de la noche. De nuevo en desgracia, obligados a errar en búsqueda de otro lugar a la sombra. Deciden construir sus casas en torno a un árbol llamado Ndauta, no lejos del río Nduye. La vida empieza de nuevo.
Los Pigmeos no los han olvidado... Les siguen hasta allí. Necesitan las bananas que cultivan los Walese.
El pacto de sangre es renovado. Los Walese toman como esposas a mujeres pigmeas cruzando las razas. Su estatura, alta casi dos metros, se modifica, se aproxima mucho a la de los Pigmeos. Ahora son robustos, con gruesos músculos y piel rojiza.
Los días se suceden. Nuevos niños nacen, surgen nuevos poblados, se extienden hasta Banana en el camino de Kisangani.
Los Arabes reaparecen en búsqueda de nuevas presas. Los Walese ya no les temen y les hacen frente armados con sus hachas de guerra. Muchos caen en la lucha. Otros vuelven a habitar el viejo poblado, junto al árbol Ndauta, de donde habían partido. Los Belgas los encontraron aquí.
¿Qué querrán estos extranjeros de piel blanca?
Nduko, el cacique, envía un embajador con caucho y otros productos del país: quiere conocer sus intenciones. Recibe como respuesta hierbas y hojas. Descontentos, envían como nuevo embajador al joven Tchamunyonge. Este vuelve cargado de regalos: abalorios, perlas, sombreros, vestidos... la alegría de todos es grande. Una lluvia de salivazos cae sobre la cabeza del joven en señal de agradecimiento y bendición. La amistad con los extranjeros está sellada y Tchamunyonge es elegido Sultán de Nduye. Aún ahora muchos lo recuerdan con veneración. Actualmente, el jefe de la Tribu es Apuobo Aluoka, último de los hijos de Tchamunyonge. Pero... ¡qué distinto de su padre!.
AUTORIDAD
Al principio, la única y máxima autoridad era el jefe de poblado. Era al mismo tiempo juez con derecho de vida y muerte sobre todos sus súbditos. Vestía la "mulumba" (corteza de árbol) pintada de negro y rojo. En la cabeza, un sombrero de paja adornado con plumas de pájaros. Era muy respetado y temido. Recibía muchos regalos y en los días de fiesta era invitado al convite. Generalmente era elegido entre los más fuertes, y los más capaces para la guerra.
La sucesión era hereditaria. En sesión judicial reunía en torno a él a los ancianos del poblado. Los jóvenes podían asistir sin derecho de voz ni voto. Sus decisiones no admitían réplica. Si un culpable era condenado, se le ejecutaba sin más; si era amnistiado, debía servirle como esclavo.
La lengua que hablan los Walese es el Kilese. Es difícil y no posee gramática escrita. Se parece mucho a la lengua usada por los Pigmeos de la que está muy influenciada.
Todos los nombres tienen un significado. Por ejemplo: El lugar donde vive el jefe se llama Andikau, es decir: "El-tío-ha-vencido-al-leopardo". (O mejor: El-tío-es-un-leopardo, es una fiera). Sucedió así: Un anochecer, el tío, que estaba de viaje, se detuvo en una vieja cabaña abandonada y encendió el fuego. Se acostó. Llegó el leopardo y lo atacó sin miramientos. En la lucha, de un buen zarpazo, le despojó del cuero cabelludo como si se tratase de la cobertera de una olla... Le lavaron, le cosieron con hierbas... y no falleció. La fama de su valentía se propagó por generaciones y se hizo inmortal.
El nombre "mulese" (singular: mu-lese; plural: wa-lese) significa: "de poco valor... inútil". (El jefe actual me dijo que no era ese el significado sino: "Amante de la juerga"). ¡Ironía de la suerte! ¿Quién habría sido el que se aplicó semejante apelativo? Parece corresponderles bastante bien: Reacios a toda forma de evolución, les gusta mecerse en su rutina, hecha de pocos esfuerzos y de poquísimos ideales. No tienen ninguna aspiración por pequeña que esa sea. Prefieren vivir apartados, aislados... Pocos son los Walese que tienen su casita cerca de la misión.
Fáciles a la ira, se querellan a menudo. El juez tiene arduo trabajo para calmar sus peleas y disputas.
Muy impregnados todavía de sus antiguas tradiciones, las prefieren a todas las novedades que la cultura occidental les ha aportado y de las cuales toman lo que es más fácil y cómodo.
LA VIDA COTIDIANA
El mulese se levanta a las cinco de la mañana y no va al trabajo si aparece en el cielo el arco iris o bien si es novilunio, lo mismo que con ocasión de nacimientos, de luto... Después del trabajo se tiende y hace la siesta. Hacia las diez de la noche sale para dar una vuelta de inspección: Nunca se sabe... el enemigo, el leopardo... pueden estar al acecho.
No va de caza como el pigmeo pero es muy hábil en preparar trampas. Trampas diversas, según el animal que pretende atrapar. Sabe usar la lanza, las flechas y también un grueso cuchillo llamado "tukpa". Le gusta ir a pescar y para ello utiliza un largo cesto sin fondo de forma cilíndrica che llama "akpapu", o bien mata los peces con venenos como el "lulu" o el "bapi· que encuentra en la selva.
No fabrica objetos de madera. Ni siquiera posee una piragua y para atravesar el río abate dos árboles, uno de cada orilla, los hace caer hacia el centro del río y los une con lianas formando así el puente. Fabrica tambores con las orejas de elefante, hace cazuelas de terracota y trenza mimbres y corteza de arbustos especiales para hacer sillas, hamacas, esteras, canastos...
El herrero conoce la forma de obtener el hierro del mineral que se encuentra en la montaña Menda y con él fabrica lanzas, flechas, cuchillos... y unos muy gruesos clavos (de 10 cm. de diámetro) que servían en tiempos para pagar la dote. Ahora es más sencillo comprarlo todo.
CONSTRUCCIONES: La casa:
El poblado se construye generalmente en las proximidades de un curso de agua, o bien sobre un altozano para poder otear desde lejos al enemigo y así tener tiempo de esconderse o de preparar la defensa. Las casas están alineadas, poco distantes una de otra. De forma rectangular, antiguamente eran de una madera muy blanda llamada "kombokombo". Ahora, por el contrario, son de ramas y barro, cubiertas con unas hojas muy anchas, llamadas "mangungu".
El constructor es el hombre. Junto a la casa está también la cocina, la letrina y la "baraza", una especie de cobertizo donde pasan el tiempo libre, reciben a los forasteros, conversan, comen...
Originariamente no tenían más que la casa y todo se metía y se hacía allí, incluso la preparación de la comida. Allí almacenaban también la cosecha, los aperos de trabajo... todo lo que poseían. El maíz se trenzaba y colgaba de una estaca para que se secase y se dejaba en el patio día y noche. ¡Bellos tiempos aquellos! Nadie robaba. Ahora tienen una casa también para la cosecha, para las gallinas... con candado de seguridad.
La morada del dios "Toré" es una especie de recinto. En el centro se enciende un fuego en torno al cual danzan de vez en cuando.
A veces construyen una casita para alojar a los curanderos, especie de brujos que pretenden saber curar a los enfermos. Si se presenta un caso, esta especie de doctores imponen a todos los habitantes del poblado la obligación de sumergirse completamente en el agua del río dos veces para desprenderse de todos los miasmas del poblado, después administran la medicina que solo ellos conocen. Así, comiendo y divirtiéndose viven como parásitos hasta que el enfermo cura o bien se muere. Al final se les paga con armas o piezas de hiero.
Afortunadamente los dispensarios de los Blancos son mejores. El mulese ha llegado a conocer la penicilina y compra de buen grado los antibióticos.
Las tumbas
Una construcción muy sencilla y semejante a una casa la encontramos sobre las tumbas para que la lluvia no estropee el cadáver. La tumba es una fosa profunda, excavada no lejos de la casa con un escalón en el fondo, en cada una de las paredes laterales. El cadáver, lavado y envuelto en hojas de "kilipi" o en la mulumba, es depositado en el fondo. No falta en estas ocasiones alguien que compre una sábana o una manta para envolverlo; (si tienen medios lo entierran con caja). Trozos de ramas o de bambú cortados todos iguales son colocados sobre el escalón y recubiertos de hojas: se forma así un techo para que la tierra no toque el cadáver.
Cabaña de la circuncisión.
Una última construcción: La cabaña de la circuncisión. Construida en la selva tiene una sola pared, y el techo de hojas; todo al rededor un murete muy bajo (de barro) facilita el control de los muchachos que la habitarán durante algún tiempo.
MOBILIARIO
De muebles no se puede hablar con propiedad, no los tienen. Un catre llamado "kalagba", algún taburete, un cesto para meter la mulumba, alguna cazuela de terracota, algunas calabazas vaciadas, de diversas dimensiones, para acarrear y beber el agua, la serie de cuchillos, las armas, la azada, eso es todo.
Del Blanco han aprendido el uso de la mesa, de la poltrona aunque sea de mimbres, del baúl metálico para guardar los vestidos, de la radio, de la bicicleta.... ¿Mantas? Para calentarse durante la noche encendían un fuego en el centro de la casa.
A propósito de armas. Además de la lanza y las flechas poseían un escudo de hierro llamado "enguma". La técnica de la guerra era muy simple y se basaba en la astucia: Algunos de ellos, armados de lanzas y protegidos por los escudos se colocaban frente al enemigo; los demás, a escondidas, lo rodeaban y lo atacaban por la espalda.
VESTUARIO
Los Walese, en contacto con el Blanco, han aprendido a vestirse como él. Algunos se visten todavía con la mulumba que preparan ellos mismos. Un paño más o menos rectangular, que pasa entre las piernas y se sujeta por los extremos en la cintura. Un sombrero de paja adornado con plumas de pájaros completa el vestido. La mujer viste la mulumba en dos piezas, una por delante y otra por detrás, sujetas a la cintura y dejadas colgar como cortinas. En los días de fiesta, de luto, o en las danzas, los paños son sustituidos por una faldita de hojas verdes, bastante elegante en su género. Aros metálicos adornan sus tobillos y sus brazos, tres a la izquierda y cuatro a la derecha. Los cabellos crespos y negros son recogidos en finas y numerosas trenzitas adornadas con plumas de loro. No tiene las joyas de las que la mujer europea se siente orgullosa pero, en su pobreza, sabe encontrar modo de adornarse: El tatuaje. Sobre el rostro y sobre el cuerpo graba dibujos extraños que los convierte en imborrables con aceites y colores que encuentra en la selva. "Kura" es el árbol que proporciona el color rojo. Todos los Walese lo conocen bien; lo trituran entre dos piedras, lo mezclan con agua y el color ya está a punto. El blanco lo encuentran en los cauces de los arroyos. Lo llaman "kei". El negro, en el interior de un fruto silvestre que encuentran en la selva. ¡Esta bendita selva! Encuentran todo en ella. Todo lo que necesitan. Es su "Upim"* y hace la competencia a las nuestras de Europa. (*Cadena de superrmercados en Italia)
ASEO Y ADORNOS
Para lavarse utilizan el agua del río frotándose con hojas ásperas llamadas "kanupi". ¡Bien venidos el jabón y el jaboncillo! Quien puede, lo adquiere de buen grado. Un último toque a su elegancia: los dientes son limados y aguzados como agujas; el lóbulo de las orejas y a veces también los labios son perforados y adornados con aros metálicos.
ECONOMÍA
Y ahora demos una ojeada a su vida económica.
Los Walese no dejan jamás apagarse el fuego. Lo custodian día y noche. En caso de lluvia las hojas harán de paraguas. Cuando viajan de noche, un tizón encendido les sirve de linterna. En el campo, en el trabajo, en todas partes tienen siempre al lado un fueguecito para encender el tabaco. Si se apaga lo piden a los vecinos. Antiguamente lo encendía frotando entre las manos unas ramas de "uche". ¿Ahora? ¡Bah! es mucho más sencillo: están las cerillas... que no compran. Muy ingenua la historieta que cuentan para explicar el origen del fuego: El diablo lo encendió por primera vez en una montaña. Un hombre extraviado en la selva acertó a pasar por allí, lo vio y... lo robó.
Son muy golosos de la sal pero no todos tienen posibilidad de comprarla. ¿Qué hacer?... Queman las cáscaras de las bananas verdes, lavan la ceniza y evaporando el agua a fuego lento obtienen el "teitei" una sal rica en potasio, un tanto peligrosa para la salud.
El aceite para cosmética lo obtienen de ciertos frutos silvestres y amargos. El aceite de cocina lo extraen de las nueces de palma. El fruto es pequeño como una ciruela, de pulpa rojiza, con una gran hueso que contiene una almendra en el centro. Hierven las nueces y, en el mortero, separan la pulpa del hueso; la pulpa la lavan en agua y la prensan a mano, o con una prensa rudimentaria que llaman "lokoo". El hueso con la almendra son eliminados. Calentando el agua, el aceite sube a la superficie y es recogido en un gran recipiente. El aceite es rojizo como la pulpa. La espuma no la tiran; cocida con un pollo y cacahuetes obtienen una sabrosa pitanza que llaman "mwamba". Probad de acompañarla con un plato de arroz bien cocido... ¡Es deliciosa!
En cuanto a cazuelas, compran de buen grado las de aluminio pero emplean generalmente también las de barro cocido. La técnica es muy sencilla y pienso que yo misma sería capaz de hacerlo. En las orillas del río buscan una arcilla especial llamada "upu". La baten con una piedra plana rociándola con agua de vez en cuando hasta que consiguen una pasta consistente. De esa pasta preparan con las manos una especie de salchichas que colocan en círculo unas sobre otras. Es el primer esbozo. Cuando la pasta empieza a endurecerse la alisan con una piedra, por dentro y por fuera secándola luego al sol. El fuego culminará la tarea.
PEQUEÑOS PLACERES
Las bebidas alcohólicas las obtienen de las bananas, del arroz, del maíz, de la savia de la rafia y de la palmera, usando una técnica diferente para cada elemento.
Les gusta muchísimo fumar, pero tabaco tienen poco, y ese poco lo lían en un pedazo de papel, cualquier papel, recogido en cualquier parte. Las mujeres son más ávidas que los hombres. Las muchachas fuman sobre todo el cánnabis ( marihuana, el porro). Una pequeña calabaza vacía, con el cuello largo, puede servir de pipa. La llenan de agua para mitigar la aspereza del humo. En el costado han practicado un agujero en el que introducen una especie de canuto que llenan de tabaco o de cánnabis; o bien, en vez de la calabaza, el largo peciolo hueco de una hoja de banano puede prestar el mismo servicio.
LABORES AGRÍCOLAS, TABÚES
Pasemos al trabajo en el campo. Al varón le compete la tarea de abatir un trozo de la selva, generalmente no muy grande... a pesar de que no lo compra. Durante la estación seca quema la maleza. La mujer cultiva, siembra o planta, arranca las malas hiervas, cosecha. Cultivan especialmente bananas, mandioca ( yuca), maíz, boniatos, cacahuetes, arroz.
La cría de gallinas o cabras no es intensa y por esto comen poca carne, excepto en caso de que consigan buena caza. La fiesta es grande si consiguen matar un leopardo, un jabalí o un elefante; las danzas no acaban nunca y el gozo es grande para todos. Tanta alegría tiene un aspecto de sacrificio: la mujer no puede comer carne de leopardo ni de perro (salvaje) y la gallina puede probarla solo cuando va de vacaciones a casa de sus padres. Al hombre también le están prohibidas ciertas carnes. Es curioso: Si el abuelo ha tenido dolor de vientre comiendo cierta carne, ninguno de sus descendientes la probará jamas.
Una última constatación horrible: el mulese era caníbal. Comía a su semejante cocinando en aceite todas las partes de su cuerpo sin excepción y bebía el agua en el cráneo. Bastaba desencadenar una refriega y el vencido acababa en la cazuela. Parece una fábula... y sin embargo ¡es cierto!. Ahora esta forma salvaje de venganza ha desaparecido. ¡Afortunadamente!.
COMERCIO
Al principio los Walese intercambiaban los productos (trueque, aún ahora); el mercado no existía. En tiempo de cosecha, en los viajes y en toda ocasión, incluso ahora, es siempre la mujer la que transporta la mercancía. La mete en un gran cesto sujeto con una cuerda vegetal que pasa sobre la cabeza a modo de diadema y el cesto se apoya sobre la espalda que se curva bajo el peso. El hombre le sigue con los niños y las armas en la mano.
EL CORREO
Interesante era el modo de transmitirse las noticias: No usaban el tambor ni tampoco el tam-tam que no conocían. Una cuerda, una flecha un trozo de leño servían de mensaje que confiaban al "cartero". ¡Bah, cuestión de entenderse! Nosotros perdemos tanto tiempo en escribir cartas... Ellos eran mucho más expeditivos.
VENENOS
El mulese es habilísimo en el uso de los venenos. Los prepara más o menos fuertes según los casos: curaciones, venganzas, e incluso para probar la inocencia de alguno. La dificultad estriba en que para encontrar al culpable todos los habitantes del poblado deben someterse a la prueba. El jefe ordena... Todos deben obedecer... y todos beben el veneno, no fatal, afortunadamente. El culpable será quien se emborracha. Su rostro es acuchillado para que sirva de escarmiento a la posteridad. Si se trata de una mujer en estado interesante el veneno no perjudica la gestación pero el futuro bebé tendrá los dientes frágiles.
PEDAGOGÍA. RITOS DE INICIACIÓN.
La educación de los niños compete a entrambos progenitores. Prohiben comer sin permiso. No aprueban las disputas y castigan los robos. El padre tiene la tarea de transmitir las tradiciones de los antepasados. Los muchachos, llegados a la edad de 12 a 16 años deben ser circuncidados. Los padres se reúnen a media noche para ponerse de acuerdo sobre la duración de las ceremonias. Los juegos comienzan la misma noche. Les está completamente prohibido a las mujeres, incluso a las madres de los muchachos, participar en estos juegos o conocer los secretos.
Sigue la ofrenda a los antepasados. Ponen en el suelo un polvo llamado "sindike", lo recubren con leña. Matan una cabra, derraman la sangre sobre la leña y encienden el fuego que no se apagará ya hasta el final de todas las ceremonias. Entre paréntesis: Quien se acerque al fuego y tiene en su corazón alguna cosa contra uno de los muchachos que se preparan a la circuncisión... caerá muerto al instante golpeado por la fuerza del "sindike"; o bien enloquecerá... (Supersticiones... fe ciega en la magia...).
La cabra es guisada y comida toda por los hombres que participan en la ceremonia. Comienzan ahora la danza de la circuncisión. Los tambores son calentados en el mismo fuego y los hombres se visten con la mulumba. Danzan hasta las siete de la mañana, después... deberían ir al trabajo. Las mujeres continúan bailando el "maipi".
Es la hora de la incisión. Los primeros en ser circuncidados son escogidos entre las familias de quienes han iniciado las ceremonias; los demás, al día siguiente.
El rito corresponde a un hombre especializado che llaman "ngalima" (doctor). El muchacho de pie, o sentado en un tronco, debe soportar el corte sin sollozar. El "doctor" disuelve en la boca sal que ha obtenido hirviendo el agua del río, lo escupe en la herida y la venda con una hoja especial. Cada día lavará la herida tres veces usando diversos desinfectantes: el "adogo", el "anzepi"... encontrados en la selva. Al atardecer los bailarines van a la selva para construir la cabaña para los circuncisos. Esta tiene una sola pared (como he dicho más arriba) y es cubierta de hojas. Los muchachos permanecen desnudos. Se echan boca abajo en un lecho fabricado con listones de madera blanda (kombokombo) para que la sangre se derrame en la tierra sin irritar la herida.
En esta cabaña el "ngalima" ofrece otro sacrificio degollando un animal salvaje. Los muchachos, a pesar del dolor, deben participar en los juegos organizados por sus guardianes cantando himnos que solo pueden ser cantados en la selva. El brujo, la mujer y el perro no pueden acercarse en absoluto a aquella cabaña. Cada día los muchachos reciben la instrucción de uno de sus guardianes: "Cuando vuelvas al poblado deberás obedecer a tus padres, a todas las personas adultas..." Después le da dos o tres bastonazos. ¡Magnifico!.
La comida la prepara la madre del muchacho, sin sal, sin aceite. La lleva en un cesto y llegada a una cierta distancia grita: "¿mlakpabe?" (¿la tiro?). Contestan: "¡Nangi lakpa!" (no la tires), y van a recogerla. Los muchachos reúnen todas las porciones y comen juntos con un bastoncillo. En un momento dado alguien ordena: "¡Basta ya!". Saciados o aún hambrientos deben dejarla... Los guardianes devoran el resto en santa paz. Un poco de cada uno, no hace mal a ninguno...
Los circuncisos tienen el cuerpo pintado de caolín y no pueden lavarse durante todo el tiempo de su estancia en la selva. Cicatrizada la herida vuelven al poblado en procesión. Aquí... nuevas danzas sin fin todavía durante una o dos semanas. Después, de nuevo a la selva para aprender las danzas de clausura. El último día, es día de fiesta. Un banquete exquisito con bebidas clausura el ciclo de la ceremonia. Los circuncisos divierten a los comensales con sus danzas, contentándose con mirar las viandas exquisitas haciéndoseles la boca agua.
En fin, van a lavarse. Aquí reciben los bastonazos por última vez. El jefe de los guardianes quema la cabaña y cada cual vuelve a su casa. En el patio de la casa se iza un ramillete de hojas de libondo (palmera de rafia, de la que beben la savia) para señalar que el muchacho a vuelto de la selva. Durante seis meses no podrá comer carne de venados, especialmente el jabalí... Yo preguntaba "¿Para qué tanto sufrimiento?". "Para ser hombres maduros en el verdadero sentido de la palabra". Quien no se somete a estos ritos es un hombre repugnante y despreciado por todos.
¿Y LAS MUCHACHAS?
Para la jovencita es toda otra historia.
La aparición del primer flujo menstrual se comunica a la madre que divulga inmediatamente el acontecimiento. Amigas y familiares vienen al atardecer a danzar. Después la tía la carga sobre sus espaldas y la lleva a la cabaña de hojas preparada expresamente para ella. La madre intenta impedirlo, pero es solo parte del ritual convenido. Un montón de hojas en el suelo servirá de lecho, oculto en una tercera alcoba, especie de sancta sanctorum. Permanecerá allí acostada durante todo el tiempo que dure su encierro, unos dos meses, en compañía de otra joven de la parentela. No puede levantarse sola, ni darse media vuelta, ni encoger las piernas sin la ayuda de alguien. Para ir al retrete la llevarán a cuestas, y podrá ir al río a lavarse solamente al atardecer. Nadie debe verla. Está terminantemente prohibido a los hombres el acercarse a la cabaña.
No debe hacer nada, ni siquiera encender el fuego para que no adelgace; así pues la madre y la tía preparan la comida sabrosa y abundante. Come cuatro veces al día para engordar. Entretanto, afuera, las danzas continúan día y noche. El último día establecido es fiesta grande y preparan comida, bebidas, carne... La tía va a buscar a la muchacha para hacerla bailar. ¡Pobrecilla! Tiene débiles las piernas y es incapaz. ¡No importa! Debe bailar. Al atardecer entra en casa de su padre, se lava, se viste la mulumba y se pone las pulseras de hierro en el cuello, en los brazos, en las piernas y, en la cabeza, un sombrero de paja con plumas de loro. Come con las compañeras que le han cuidado en su prisión de hojas, después sale para el baile. A las dos de la tarde la sientan en unas especie de trono y todos, de uno en uno le traen regalos que serán distribuidos entre tíos y parientes.
La lluvia apagará aquel fuego que ha permanecido encendido hasta ahora, después barrerán el patio y todo recuperará su ritmo normal.
ESPONSORIOS Y VIDA CONYUGAL
Un muchacho quiere casarse... La tía paterna tiene el derecho de buscarle esposa. Si ésta acepta, el padre del joven paga toda la dote o solamente la mitad. Dos cabras y una hoz para cortar la hierba del campo, o bien 20 piezas de mineral de hierro podían bastar en otros tiempos. ¿Ahora?: Dinero, mucho dinero.
Si la muchacha huye de casa porque su padre no acepta el matrimonio, las dos familias se enemistan y pueden sucederse serios disgustos.
Si la dote no ha sido pagada, la unión es ilícita, el matrimonio es nulo y los tíos pueden apoderarse de los niños que nazcan. El pago de la dote es el acto jurídico del matrimonio y da el derecho a la posesión inmediata de la mujer. Así pues, el noviazgo no existe.
La joven está preparada para el matrimonio a los 16 años y el joven a los 20. Los años los contaban colocando a parte u palito cada vez que preparaban el campo. Ahora saben consultar el calendario que a menudo no tienen; o bien evocan un acontecimiento; por ejemplo: nací el año de la independencia.
En tiempos pasados nadie se casaba sin la autorización de la familia; las relaciones sexuales prematrimoniales estaban prohibidas. El padre podía llegar a matar a su propia hija deshonesta. Ahora ni siquiera se preocupa y responde solamente que es asunto de ella. ¿Consecuencias? Depravación... Muchachas madres por todas partes; uniones ilícitas...
Antes de casarse el joven prepara la casa en el poblado de su padre y los hermanos regalan a sus futuros cuñados sus lanzas.
La esposa, acompañada de su familia, llega al poblado del marido donde ya está preparado el banquete con bebidas en abundancia. Las mujeres se instalan en casa de la abuela y los hombres en casa del marido. Al anochecer, después de la comida todos salen para danzar excepto los esposos. Así durante siete días. El séptimo, si la esposa es virgen, la familia del marido lo publica y le ofrece regalos y adornos de hierro, también a la madre por haber sabido custodiarla. Finalmente la tía se la carga a las espaldas, la lleva al centro del patio y la coloca en una silla de hojas y se sienta a sus pies abanicándola para que no se sofoque. La familia del marido deposita a su lado azadas, cabras... mientras todos cantan y bailan. El marido sigue la escena desde una ventana. Después las dos familias fingen disputarse la mujer que, finalmente, puede entrar en la casa del marido. Antes de separarse, los padres de la esposa llenan sus bocas de agua y la escupen sobre su hija en señal de bendición para que pueda tener hijos. En conjunto la ceremonia es muy sencilla y muy pagana. Los cristianos Walese no consiguen olvidar sus tradiciones y a menudo se infiltran hasta allí para completar su fiesta.
Existe otra forma de contrato: En vez de pagar la dote dan es su lugar otra muchacha que se casará con otro joven de la familia.
La infidelidad del marido o de la esposa da origen a una serie casi infinita de querellas, de venganzas, de quebraderos de cabeza muy complicados. A menos que esta infidelidad sea querida por entrambas partes, o sea, dos hombres intercambian sus mujeres para tener hijos.
Otro caso: la poligamia. La primera mujer tiene autoridad sobre las otras. Cada una tiene una casita a parte y cada una trata de atraer hacia ella el marido. Si el marido las trata con equidad, llegan a quererse y entenderse. De lo contrario...
La mujer está sometida al marido porque ha sido pagada y debe servirlo. Si en casa están solos, comen juntos; en presencia de huéspedes, el marido como en la baraza y ella en la cocina.
Sin el permiso del marido, la mujer no puede hacer nada. Solo en las labores agrícolas tiene plena libertad de acción. La emancipación de la mujer aquí va todavía para largo.
Puede también suceder que la mujer abandone al marido y se vuelva a la casa paterna. Las causas pueden ser numerosas: infidelidad del marido, enfermedades venéreas, borracheras... Para restablecer la paz puede intervenir el juez y hacer pagar una multa a entrambas partes.
Los esposos duermen en el mismo lecho En los días de la menstruación la esposa le da la espalda al marido, este comprende y no le pide nada. Si esto sucede cuando ella está fuera de casa, primero deben salir los hombres, después entrará ella. El marido puede pedir relaciones sexuales dos o tres veces a la semana; la mujer nunca las pedirá pero las acepta y en ciertos casos las rechaza, especialmente si se encuentra débil o enferma.
En caso de impotencia él sabe bien donde encontrar el afrodisíaco necesario. Se llama "keukeu". Eso no es otra cosa que el sexo del macho cabrío, troceado, tostado, reducido a polvo, aplicado a las incisiones practicadas en el bajo vientre, en las ingles y en el dorso, por debajo de los riñones.
Si ella se encuentra en estado interesante, después del sexto mes, evitan las relaciones. Después del nacimiento del bebé la mujer duerme en otro lecho para evitar el contacto con los pies del marido, de lo contrario el bebé no medrará. Así durante dos años, hasta que el niño sea destetado. Durante todo este tiempo el marido irá a consolarse a otra parte y no podrá beber agua en su casa hasta que no vuelva unirse con su mujer, que aprueba esta conducta porque, en el fondo, ella no tiene tiempo, debe criar el bebé.
Si no tiene leche suficiente pone en maceración semillas de "kisombi" y bebe el agua. Para abortar hierve la corteza del "kokina" bebiendo después el agua. El aborto se intenta cuando el embarazo es ilícito. La madre lo aconseja para que la hija pueda tener todavía la posibilidad de casarse.
EL NACIMIENTO
Al nacimiento de un bebé algunas mujeres del poblado, expertas en la profesión, se prestan para la operación. La mesa de partos consiste en una capa de hojas sobre la cual la gestante se acuesta como mejor puede. Una de las asistentes se sienta a la espalda de la paciente y la tiene bien sujeta entre sus rodillas, otras le sujetan las piernas, una cuarta con la mulumba en las manos recoge al bebé que lo acuesta después sobre las hojas. Lo lavan con agua fría para provocarle el llanto después le ungen con aceite. Terminado el aseo de la madre le envuelven el vientre con una larga faja de piel de okapi para que las vísceras recuperen su sitio. Le dan un alimento ligero, sin aceite, para que pueda tener mucha leche. Si el parto se presenta difícil recurren a las incisiones en el vientre aplicando la ceniza de ciertas raíces quemadas. El día siguiente al nacimiento inciden el vientre del pequeño (20 pequeños cortes) para que salga la sangre de la madre. Si llora durante la noche lo lavan con agua fría para dar calor al cuerpo.
A menudo madre e hijo llegan a la maternidad con terribles infecciones...
El nacimiento de un bebé comporta siempre una nota de alegría y lo celebran cada vez con una comida ofrecida a los parientes cuando el bebé sale por primera vez de casa, después de un mes.
El hermano y la hermana del padre tienen derecho de dar el nombre al bebé. Este es escogido entre el de los familiares difuntos.
El bebé mamará la leche materna y permanecerá desnudo hasta que pronuncie las primeras palabras y comience a caminar solo. En este momento le cortan los cabellos y las uñas por primera vez y viste la mulumba. También en esta ocasión una fiestecita alegrará los ánimos.
Si son gemelos, todos los miembros de la familia danzan por toda una semana. Antes de reemprender el trabajo de los campos, presentan a la madre de los gemelos sus aperos para que los espolvorée con la ceniza de su fuego. Una especie de bendición y buen augurio para que el campo no se queme y la cosecha no se seque antes de tiempo. ¡Cuánto folklore! No es lo mismo cuando la vida comienza a declinar. Los viejos, si no tienen herederos, son abandonados por todos los demás familiares y a menudo alejados del poblado como portadores del mal de ojo. Solos, inermes, faltos de todo y sin rumbo, a merced de los animales, mueren en la más negra miseria.
MUERTE Y SEPULTURA
Si el padre muere y los hijos son pequeños, uno de sus hermanos se ocupará de ellos. Los tratará como si fuesen suyos, pagando a su tiempo incluso la dote. Si son mayores, es la madre quien se ocupará de ellos.
Los bienes de la familia: utensilios, aperos... pasan al tutor. La viuda, si estaba casada siguiendo la línea patriarcal, es decir, su fue ella a instalarse en casa del marido, un hermano del difunto la tomará como esposa; si al contrario, fue el marido quien vino a su casa (línea matriarcal), ella será libre de casarse con quien quiera. El luto dura un mes.
En torno al cadáver las mujeres lloran, gritan, cantan las gestas del difunto. Se visten con "malembelembe", falda de hojas secas cortadas a tiras, se pintan el resto del cuerpo con caolín y duermen en el suelo sobre hojas. Amigos y conocidos vienen incluso de lejos para participar en el duelo.
Las cuñadas de la viuda la golpean con justa razón porque es ella quien ha dado el "mal de ojo" a su marido. El mulese no cree en la muerte natural, no: todo es consecuencia de magia... Por eso van inmediatamente al hechicero... y la viuda será sometida a la prueba del veneno.
El cadáver es lavado y revestido de mulumba, o sábana o manta... y colocado en la fosa (ver más arriba). De uno en uno pasan arrojando dentro un puñado de tierra y lanzando maldiciones: "Que quien te ha matado muera también él esta misma semana".
Terminada la sepultura, que tiene lugar junto a la casa, todos reemprenden el llanto y los lamentos.
MISCELÁNEA
A pesar de los hospitalillos y la medicina moderna, las enfermedades son tratadas por sus curanderos, sean hombres o mujeres. Ellos poseen los secretos de las plantas y a menudo consiguen de hecho curar. Desgraciadamente no conocen las dosis justas y esto acarrea el desastre. Muchos pagan con la vida esta ignorancia.
Los Walese conocían los números y contaban con los dedos: itani (1), ékué (2), etena (3)... mini (10). Para contar 20 batían las manos sobre las rodillas, o bien, si el cálculo era a largo término, conservaban en algún sitio, el techo de la casa por ejemplo, palitos (ver más arriba). El tiempo lo calculaban observando las estaciones: La estación seca (kipwa) está próxima cuando el mustaferi, árbol de la selva, da su fruto. Cuando enjambran las termitas comienza la estación de lluvias. Así pues también en este campo han dado un paso adelante: Ahora conocen incluso los meses del año.
Al principio sobre todo no sabían explicarse la presencia del sol, de la luna, de las estrellas... Decían que el sol era algo que Toré había dado para secar el agua, para producir la sequía. La luna era la luz de la noche, que producía la fiebre. Por eso para permanecer en la selva en la veladas de luna quemaban las hojas secas del banano y saltaban sobre la llamas con los pies juntos y las manos por delante. Aún ahora, la luciérnaga es una estrella de la tierra, la lámpara del brujo. Si aparece en casa la echan fuera suavemente. Si la ven brillar fuera se asustan y se hacen acompañar si deben desplazarse.
MÚSICA
Si la música es para nosotros un arte, guardadas las proporciones, también lo es para ellos. Los instrumentos se los fabrican ellos mismos usando maderas especiales que las madre selva les proporciona. Así por ejemplo, la flauta llamada "leté" es una caña agujereada y la tocan en las danzas fúnebres.
El "luma" es una especie de xilófono hecho con siete cañas de distinta longitud. Lo tocan golpeando en el centro de cada caña con ocasión de la circuncisión.
El "kata" es una especie de guitarra. La caja de resonancia es de madera de "kodo" cerrada con listoncitos de kekele, madera muy tierna.
El tambor está a la orden del día y se utiliza en todas las ocasiones: Juegos, esponsales, lutos, circuncisión, nacimientos, cosechas...
El cuerno completa la serie de los instrumentos. Sirva para convocar a la cosecha, para reuniones de todo género.
JUEGOS
Los Walese no tienen juegos olímpicos, pero saben ingeniárselas para matar el tiempo. A menudo se les ve jugar al "opiodi" sentados a la sombra de una planta. Excavan en tierra 40 hoyitos dispuestos en cuatro filas paralelas. Pueden jugar dos personas, cada una sobre dos filas. En cada hoyito colocan dos nuececitas de "opi" (o dos piedrecitas) desplazándolas según una técnica bien ordenada de modo que resulte algún vacío para apoderarse de las nuececitas del adversario. Gana el que las consigue todas.
Otro juego es el "ikpi". Los jugadores se colocan en dos filas de igual número. Cada uno tiene en mano un bastón con el que debe mantener en equilibrio en el aire otro bastoncito. Lo golpean como si fuese una pala intentando hacerlo caer en un círculo grabado en el centro del terreno. Este juego es solamente para adultos pues es peligroso.
Como todos los niños de este mundo las "walesitos" juegan al escondite. Tienen también ellos su "ikpi": Un trozo de liana hace de cuerda. Uno, sentado teniéndola en las manos en semicírculo la abate por tierra, otro salta dentro. Alzando la cuerda el otro se retira. La cuerda se abate de nuevo pero de lado y otro se prepara a saltar. Cuando la cuerda se abate en el centro se salta dentro. Sencillo ¿No?.
DIOSES
Los Walese creen en muchos dioses (toré): El dios de la lluvia, el dios de las estrellas... En honor del dios preparan comida y la colocan a la sombre de un grueso árbol en medio de la selva, donde no hay hierva, como ofrenda propiciatoria, para que dios se conmueva y les ayude en sus dificultades.
Si un terremoto sacude la tierra, es toré que pasa. Entonces se sientan unos frente a otros, llenos de miedo, mirándose a los ojos, sin hablar, sin rezar, esperando que toré pase.
Si una persona muere, toré desciende sobre la tumba pera coger el alma y llevársela con él. De la nueva mansión los ojos del difunto contemplan todavía a los hombres sobre la tierra, por eso éstos lo invocan porque, próximo a Toré, se hace muy poderoso.
Si el viento sopla muy fuerte y la lluvia hecha por tierra el arroz en los campos, piensan que son los difuntos que pasan, entonces elevan confiados una oración: "¡Oh dios, ayúdanos, haz que ésto termine!". La mujer coge después el hacha, da con ella un golpe en la tierra en medio de la lluvia y la arroja al fuego y la deja allí hasta que vuelve la calma.
El relámpago es el perro de Toré que abre sus alas y da luz para mostrar que tiene fuerza suficiente para matar a los hombre sobre la tierra.
Cuando llueve es Toré que riega para que los alimentos no se sequen.
Creen todavía que la "sirena" existe verdaderamente. Esta vive en el agua del río pues medio hombre medio pez. La temen bastante pero no la respetan, pues la consideran un espíritu maléfico, un diablo. Todos los ahogados que desaparecen anegados en las agua, es ella que los ha atrapado para chuparles la sangre.
En fin, creen mucho en el brujo y en sus actuaciones. Viven en su "santo temor" y no hay nada que pueda convencerlos de que, en el fondo, se trata solamente de un impostor. Intrigas, crueldades, vejaciones... todo le está permitido y todos las padecen sin tener el valor de rebelarse. Temen su venganza. Su magia está basada en hiervas, venenos y mucha astucia. Inútil contar episodios concretos, sería como entrar en un laberinto.
Una cosa es cierta: El Cristianismo no ha conseguido todavía a vencer estas creencias y es difícil determinar hasta qué punto la civilización occidental he hecho presa en sus tradiciones todavía tan enraizadas en lo más profundo de su ser.
¿Cuándo abrirán los ojos? ¿Cuándo se dejarán modelar por la ley de la caridad y del Amor?.
A la posteridad la ardua sentencia.
Sor Rosa Lamonaca. Misionera Comboniana en
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